sábado, 10 de marzo de 2012

volviendo al cole


Leyendo el post de Farala, me ha venido a la memoria un día de colegio de esos que no se olvidan. Estábamos en clase de Geografía, con uno de los profesores más estrictos y aterradores del elenco que se se manejaba por aquel centro religioso. Clara era repetidora, iba siempre hecha un desastre, con el uniforme costroso, las manos “escritas” a modo de agenda ecológica, con el teléfono del último chico que se había convertido en su novio de dos semanas, un recordatorio de comprar el SuperPop o la hora a la que había que estar en no sé donde para no sé qué, y siempre me preguntaba, 
-jirafa, ¿yo por que tengo esta hora apuntada aquí?,- y yo la miraba perpleja diciendo,
-¿y a mí que me cuentas? Tú sabrás, tía.

Clara era un trasto, carne de pasillo, sus expulsiones de clase eran del todo habituales, rebelde, contestona y muy atrevida. Qué duda cabe que también era divertida y muy ocurrente.

Aquella tarde estaba muy callada. El colegio no tenía comedor y después de comer cada uno en su casa regresábamos para finalizar el día con dos horas más de clase. En medio de la de Geografía pidió ir a los aseos, decía que no se encontraba bien. Osar pedir ir al baño en medio de una clase de don Atilano era como solicitar tortura, escarnio y paso previo de subida al cadalso. Aún así Clara lo hizo. Evidentemente no se encontraba muy "católica" y don Atilano debió notarlo pues la dejó salir sin poner un pero. Pasaba el tiempo y Clara no regresaba. Ante la incertidumbre de lo que pudiera estar sucediendo el profesor, estricto y recto pero muy persona, se preocupó y dijo,

-Gerúndiez, vaya a interesarse por su compañera de fatigas, y regresen las dos antes de que acabe el trimestre.

Salí a toda castaña a buscar a Clara, y la hallé en los aseos, tirada en el suelo, agarrada a la taza del WC, totalmente descompuesta, blanca como los folios de sus exámenes. Me asusté y le pregunté,

-Clara, tía, ¿que te pasa? Don Atilano me ha mandado venir a buscarte, ¡llevas más de 20 minutos perdida!

-Jirafa, tía, me encuentro fatal, he vomitado como cuatro veces, ¡me quiero morir!

-Pero ¿qué tienes? ¿Te ha sentado algo mal?

Y me dijo,

-Mi tío vino ayer de Gibraltar con un montón de cosas buenísimas y creo que me he pasado comiendo.

-Pero ¿se puede saber qué has comido?

-De todo, no podía parar y me he comido una caja de galletas de mantequilla, medio queso de bola, un paquete de caramelos de regaliz y nueve mandarinas.

Más que por las cantidades ingeridas, aluciné con la mezcla de sabores y la presencia de las nueve mandarinas.

Pero Clara era así, todo un especimen totalmente incatalogable.



7 comentarios:

  1. No te preguntas qué habrá sido de ella?
    A veces me gustaría reconocer a algunas de mis compañeras de cole...

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  2. Clara se comió todas las mandarinas que yo odiaba y que escondía para no tener que comerlas.

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  3. Ay pobre!! Vaya, ingesta compulsiva. ¿ Estaba peor de lo que parecía? :(

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  4. Me has dejado preocupada por Clara... ¿sufría tanto como parece en tu relato?

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  5. Tu Clara y la Clara de Heidi no se parecen mucho ¿no?

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  6. Pues, qué quieres que te diga, me encanta tu Clara.

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Diciendo, diciendo que yo contestando si pudiendo, y queriendo siempre logrando y consiguiendo